La semana pasada llovió casi todos los días, con pocas y cortas excepciones, así que los Erasmus aprovechamos para que nos cundiera lo máximo posible durante la semana para así poder disfrutar del finde, cuando se suponía que incluso brillaría el sol.
Así que el sábado, a las diez de la mañana, hubo una pequeña comisión en el Messenger para decidir qué hacíamos. Koblenz, el bosque de Odenwald, Worms, Fulda,… tantos destinos y tan poco tiempo. Total, que al final ganó la opción de ir de picnic al río, aprovechando que hacía sol (a ratos).
Por la noche, nos volvimos a reunir, pero esta vez para cenar… a las velas de Eurovisión! Nos tragamos las actuaciones, una tras otra, comentando los fallos y los aciertos, las piernas de las chicas, las supuestas teorías para identificar si unas tetas son operadas y hasta el vestuario de los concursantes.
Al final hicimos nuestra propia porra, y Sophie y yo acertamos los primeros puestos. Lo que ninguno se esperaba, es que la representante española fuera a quedar penúltima… Durante las últimas votaciones, yo ya animaba a Lituania para quedar los últimos… En los periódicos, casi silencio al respecto.
Y el domingo, de excursión a Worms. Me levanté bien prontito por la mañana y me cogí un tren que circulaba todo el rato paralelo al Rin. El sol brillaba, adelantábamos a muchísimas bicicletas y muchos ciclistas se subían al tren para llegar al comienzo de la ruta. Un domingo en familia con las bicis por los viñedos…
Pero yo me fui a Worms, una ciudad amurallada con mucha historia, pues, entre otras cosas, la audición de Martín Lutero, convocado para retractarse de sus tesis, tuvo lugar allí. En abril de 1521, Lutero habló delante de la asamblea pero, en vez de abjurar, defendió con energía su Reforma protestante.
Visité un cementerio judío precioso, donde nevaban florecillas blancas cada vez que soplaba el aire, la catedral, me tomé un helado buenísimo (en la mejor heladería de la ciudad, según la mujer de la oficina de turismo), me salió un hombre con ganas de conversación, vi el barrio judío y acabe a orillas del Rin, bajo la sombra de los árboles, escuchando las olas chocar contra la piedra y leyendo la guía.
El mejor descubrimiento del día: al llegar a casa, veo que el sol ya no solo calienta, ¡sino que también quema! Finalmente hice bien en comprarme crema solar...
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