Nos hemos levantado a las cuatro de la madrugada, porque Carolina y yo queríamos coger el primer autobús que saliera hacia Mainz para llegar pronto a la residencia. Cuando fui con Vicente me avisaron de que se llegaban a montar colas de trescientas personas, así que pensamos que valdría la pena. Una vez más, hemos cogido el bus por los pelos (me ha tocado estrenar mi alemán chillando Halt! Bitte! (¡Pare! ¡Por favor!)), y cuando hemos llegado a la estación central de Mainz ni siquiera había amanecido como aquel que dice.
Nos hemos imaginado que no habría nadie tan loco como para estar ya en la cola, así que hemos ido a un bar de la estación (Yorma’s) a desayunar. La televisión nos ha recordado en qué país estamos, y no solo por el idioma, sino porque la previsión meteorológica para los próximos tres días es lluvia, lluvia y más lluvia.
Nos hemos imaginado que no habría nadie tan loco como para estar ya en la cola, así que hemos ido a un bar de la estación (Yorma’s) a desayunar. La televisión nos ha recordado en qué país estamos, y no solo por el idioma, sino porque la previsión meteorológica para los próximos tres días es lluvia, lluvia y más lluvia.
Sobre las 6.30, después de descubrir que en Alemania también hay que pagar por hacer pis, hemos salido hacia la residencia. Como esperábamos, no había casi nadie. Éramos las cuartas en la cola, así que a las ocho ya estábamos en nuestra casa. Al principio parecía un trastero, con la mesa puesta encima de la cama, y ésta volcada; pero poco a poco, con la ayuda de Carolina, he ido dando forma a mi nuevo hogar.
El primer descubrimiento es que por no haber, no hay ni papel higiénico. Total, que a las nueve de la mañana ya estábamos de vuelta del supermercado Aldi (que está de camino a la universidad) con mil productos de limpieza, pan y papel. Me he guiado totalmente por Carolina: producto que compraba ella, producto que compraba yo. Y pensar en que hasta ahora había sobrevivido sin saber que había que usar un producto diferente para los cristales, la encimera metálica, los cristales, el suelo,…
A las once, después de haber limpiado toda la casa, hemos hecho un segundo viaje a por comida. No hemos podido comprar mucho, porque no disponemos los ingredientes necesarios: no tenemos ni olla ni sartén. Así que un poco de queso por aquí, un poco de jamón por allá y apañado.
Por la tarde hemos ido al centro y nos hemos dirigido directamente hacia Kaufhaus, el gran todo-a-cien de Mainz. Se puede encontrar prácticamente todo, y casi hasta supera a los chinos de mi casa, pero no :). Allí hemos cargado una maleta vacía con el resto de utensilios de cocina: una olla, palas, cucharas, mantelitos con servilletas a juego, escurridores,… Me da a mí que nuestras casas van a ser iguales… Afortunadamente, Sören, el TOM Tutor de Carolina, nos ha ayudado a elegir qué color iba mejor con ese tono de naranja y nos aconsejaba en el resto de asuntos cruciales que estábamos resolviendo allí.
Iba a subir a casa a dejar todo, pero he visto cómo se iba el autobús, así que hemos entrado a Besitos, donde también estaban Nuria y Patricia, las otras dos “proyectos de periodistas” valencianas que están de Erasmus aquí. Están alojadas en Hechtsheim, y finalmente no les han dejado vivir en el mismo apartamento, así que están bastante desencantadas. Nuria, cuya compañera de piso aún no ha llegado, dice que como no sabe mucho alemán le dirá siempre “Tú putzen, putzen” (Tú limpiar, limpiar). Menudas risas.
A las ocho había quedado con Carina para recoger mis maletas de su casa, y para hacer tiempo Sören nos ha llevado a su casa. Le he envidiado, la verdad, porque todo parecía tan lleno al lado de mi triste casa vacía y blanca… Allí hemos conocido a Marina, su compañera de piso, que se fue enseguida a una Dildoparty.
Yo tampoco sabía lo que era hasta hoy, no te preocupes. Se trata de una palabra compuesta por Dildo (vibrador que funciona sin pilas) más Party (fiesta). Por lo visto se reúnen varias personas (en este caso, cinco chicas) en una casa, a la que acude la Dildofee (hada del Dildo) con todos sus productos. Durante unas horas los enseña y explica cómo funcionan, y después, si estás interesad@, puedes comprar algo.
Alucinante, la verdad. No tenía ni idea de que eso existiera, y quizá para que acabara de creérmelo ha llamado Marina preguntándonos a Carol y a mí si queríamos ir. “Pues sí, pero hemos quedado ya, así que es imposible. Es una oportunidad única, lo sé. Esto no pasa todos los días, y además la Dildofee ha salido en televisión, pero es que ¡necesito mi ropa de abrigo!”
Hemos ido corriendo a casa de Carina y Benny, y les he dado ensaimadas del mejor horno de Valencia y una San Miguel bien movidita después de estar toda la tarde en mi mochila. Hemos recogido las dos maletas y Sören nos ha dicho que si nos dábamos prisa aún podíamos ir a la fiesta. Genial.
Tres maletas, una cesta gigante verde fosforito para la ropa sucia, dos escurridores y nosotros tres hemos corrido un par de manzanas. Cuando hemos llegado, la reunión aún no había comenzado. Las cinco chicas estaban sentadas alrededor de una mesita, con cosas para picar y bebidas. La Dildofee estaba en el círculo, un poco separada, y detrás de ella había una lona roja extendida en el suelo, bajo la cual se adivinaban algunos de los productos que nos iba a enseñar. Madre mía, el primer día en Alemania y ya empezamos así. Miedo me da.
La Dildofee iba sacando todos los productos de su empresa, desde vibradores hasta aceites de masaje, pasando por la pintura corporal y los Dildos. Los colores de los vibradores eran muy vivos -verde manzana, rosa chicle, azul celeste- y además tenían formas: que si un gusanito que con la nariz estimula el punto G, que si un topo con una flor en la mano,… Y yo con la risa y venga a hacer fotos, pero es que jamás me hubiera imaginado que me pondría un vibrador en la nariz para notarlo… :)
Dos horas más tarde, la mujer ha sacado el catálogo y hemos visto los precios (de cincuenta euros no bajaban). Carolina y yo nos teníamos que ir en ese momento porque si no perdíamos el último bus que nos lleva a la residencia (y llevábamos cuatro bultos), así que hemos pedido una tarjeta y a casa.
La experiencia ha estado bien, muy nueva, desde luego. Las cinco amigas me recordaban muchísimo a nosotras, chicas (DSV). No paraban de reírse, de hacer bromas entre ellas,… Xe, el primer día y ya os he echado de menos :). Pero bueno, otra vez será.
El vibrador verde se llama Paul y el rosa que aparece en el vídeo es Paul y Pauline.
A la residencia hemos llegado agotadas y casi a la una. Mañana tenemos InfoDays, una reunión informativa para todos los Erasmus que organiza la universidad de Mainz. El problema es que, una vez más, hay que levantarse pronto…
 
oooooh!!!
ResponderEliminarechar de menos es bueno también, eso es qeu te acuerdas de nosotras, lo malo es que no lo hicieras,jejejej!!!
Me encanta ver tus fotitos xq se nota que te lo pasa genial!!
Un besito
carmen