jueves, 9 de octubre de 2008

LOS PRIMEROS DÍAS

Han sido de lo más estresante. En los InfoDays, las jornadas informativas que organiza la Universidad de Mainz para todos los estudiantes erasmus, nos contaron todo lo que debíamos hacer para matricularnos: hacernos un seguro médico (tranquilos, Rosa y Pit, que la tarjeta sanitaria europea me servía), pagar el depósito y el alquiler del primer mes de la residencia, empadronarme en Mainz, abrirme una cuenta bancaria,...

Cada vez que pensaba en esa lista, me agobiaba. Solo remarcaré las tres veces que no me dejaron hacerme la cuenta en la Sparkasse Mainz, el banco con más cajeros automáticos de la ciudad y por tanto el que me habían recomendado, porque 1.no estaba empadronada 2.no era la sucursal de mi barrio 3.no tenían ganas. Total, que después de múltiples cabreos y una cola de más de una hora en el Bürgeramt para empadronarme(por no mencionar que me tocó hacer de intérprete)... ya tengo una cuenta. Así que mis padres ya pueden mandarme money money ;)

Y ahora una historia: el sábado pasado, los españoles, que desde el primer momento hemos hecho piña, organizamos una excursión al Ikea de Wiesbaden. Una valenciana, Lucía, ya había ido, así que dejamos que nos capitanera. Al principio todo bien, compramos un ticket de grupo y fuimos en tren hasta Wiesbaden, cogimos un autobús y luego fuimos andando un cuarto de hora. La gente debía de poner una cara al ver pasar a seis españoles cargando tres maletas enormes vacías...

Pero llegamos. Compramos bastante, pero es que era necesario. Por fin tengo vasos, platos, cubiertos, una sartén, un salero, una cortina de ducha,... No caí en la tentación de los caprichos porque temía la vuelta a casa. Y con razón.


Con las maletas llenas, cogimos un autobús que llevaba a Hofheim, porque el que iba a Wiesbaden no pasaba ya. Nos arriesgamos conscientemente, pero pensamos que habría algún tren directo a Mainz desde ese pueblecito. Podría haber sido así, pero no. Tuvimos que ir en dirección a Frankfurt, y en el camino nos enteramos de que nuestro billete solo servía dentro de Mainz, así que estábamos siendo Schwarzfahrer todo el día. Si nos pillaba el revisor, tendríamos que pagar cuarenta euros cada uno.

Al final llegamos a Mainz, solo que en vez de una hora tardamos cuatro; y en vez de un autobús y un tren cogimos cuatro trenes y dos autobuses... Podríamos haber llegado a Berlín en ese tiempo. Y sin embargo creo que ninguno de los seis cambiaríamos ahora esa excursión, porque anda que no nos reímos...

En cuanto a mi integración en la sociedad alemana... pues va bien. Además de en la Dildoparty del primer día, hemos vuelto a quedar con Sören y sus amigos un par de veces. Anoche, por ejemplo, fuimos al bar Schick und Schön, cerca de la estación central. Es un buen lugar para beber, hablar, comer palitos salados gratis y pasárselo bien en general. Eso sí, a la salida hay que callarse. Me explico: según las reglas del local, si cuando estás fuera (ya sea fumando o yéndote) chillas o haces barullo, ya no puedes volver. Te apuntan en una lista y la próxima vez no te dejan entrar. Yo llegué a pensar que sería una leyenda urbana, o que nos lo habían dicho a los españoles por la fama de gritones que tenemos, pero no: al entrar en el pub nos dieron una hojita donde lo explicaban.

Y bueno, con el alemán no tengo ningún problema. De momento no he echado de menos el diccionario, y al final me han puesto en el curso intensivo C-1, así que estoy vraiment contente :) Nos han mandado hacer una exposición oral y la hago con Vacláv, un checo, sobre los prejuicios. Además, y esto es muy muy muy buena noticia, ya he hablado con el que hace las funciones de coordinador de Publizistik (Periodismo en España) y puedo cogerme todas las asignaturas que quería.

Para acabar, te voy a contar lo bonitas que están las calles. Wallstrasse está llena de árboles, y sus hojas están cammbiando de color. Amarillo, ocre, verde, rojo, naranja. Precioso, de verdad. Parece una postal. Así que mirando el paisaje me entretengo durante la media hora que me cuesta llegar a la universidad. Y como las paredes de mi casa son blancas, estoy recolectando unas cuantas para secarlas y poder recordar en unos días, cuando las calles sean marrones y tristes, lo bonita que es Alemania en otoño.

(En cuanto pueda añadiré un vídeo que hice de mi casa el segundo día.)

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