Todos conocen los carnavales de Río de Janeiro, Cádiz o Tenerife, pero resulta que en mi querido país del alma también son una fiesta importante. De hecho, Colonia y Mainz están enfrentadas porque ambas aseguran tener la mejor fiesta. Todos los Erasmus estábamos intrigados por cómo sería, y al fin llegaron.
La preparación comenzó hace un par de semanas, cuando empezamos a pensar de qué nos podríamos disfrazar, porque además la idea es no repetir el atuendo. Que si pelucas por aquí, que si collares por allá, gafas de vista graduadas para ir de hippies, pintalabios y pintauñas azul,…
Pero el toque maestro llegó el sábado, justo antes de ir a por Vicente, porque por fin me compré un disfraz. Al final no fue el (deseadísimo) pollito, ¡porque no quedaba ni en Mainz, ni en Wiesbaden, ni en Frankfurt ni en ningún lado! (Eso sí, el disfraz de pollito me ha perseguido durante todas las fiestas, porque no hacía más que verlo por todas partes). El elegido al final fue un bonito y sexy disfraz de fresa que me consiguió un par de besos gratis de Vicente.
El carnaval ha durado cinco días, durante los cuales ha quedado patente que los alemanes no son tan serios como todos pensábamos. Carritos con bebida, packs de veinte cervezas, salchichas por todas partes… y de bon matí. Con las horas, el nivel de alcoholización de la gente iba subiendo, cantaban a voz de grito, meaban por la calle, comían como cerdos… Unas Fallas disfrazadas.
Y como quién sabe si volveremos a vivir unos carnavales en Alemania, quisimos aprovechar al máximo y probar todo. Desde el Prinzengarde Ball a las verbenas por la calle, a las fiestas de tranqui en la residencia, a las batucadas,… Por probar, hasta quisimos averiguar si el carnaval de Colonia es de verdad mejor, e hicimos una breve excursión. Hay que reconocerlo: Köln es mejor, hay mucha más gente, más fiesta por la calle, más disfraces,…
Día 19:
Día 20:
Día 21:
Día 22:
El lunes (día 23), ya casi sin voz, nos fuimos a las diez de la mañana a ver una cabalgata de cuatro horas. Cargadas con cervezas, pan bimbo y queso (los ingredientes indispensables para cualquier fiesta) nos fuimos hacia la marcha, y ya no paramos hasta las nueve de la noche, cuando por fin llegué a casa y me senté. Mainz se llenó de verbenas, botellas rotas y cristales crujientes, y los españoles (al menos los que conocemos las Fallas) nos sentimos en casa.
Además, ese día mi querida amiga Sophie tomó la iniciativa de hacer piña colada y compró zumo de piña, ron y… coco rallado, porque batida de coco no encontró. La intención fue buena, pero el coco flotaba y al principio era como masticar un chicle de coco con sabor a alcohol. Cuando le quitamos los grumos, mejoró. Y todo empezó a dar vueltas…
Estos son algunos de los ejemplares con los que nos encontramos durante las fiestas:
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