Una de las (mejores) ventajas del Erasmus es que, por fin, te independizas de los papás. Al menos teóricamente, claro, porque en la práctica pocos sobreviviríamos sin el dinero que nos mandan religiosamente cada mes. Por fin puedes salir cuando-quieras-con-quien-quieras-y-hasta-cuando-quieras, y sin tener que dar ninguna explicación.
Así pues, todos los Erasmus nos enfrentamos a esa temporada sin papás con ilusión… hasta que llega el momento de cocinar. Muchos, de hecho, descubren en esos primeros días que la comida no crece en el plato, ni los alimentos llegan solos a la nevera o a la despensa. Y, desde luego, los platos, sartenes, ollas y demás cacharros cuyos nombres irán aprendiendo a medida que los echen en falta tampoco se lavan ni se guardan en sus sitios solos. Aunque antes de descubrir esto último darán la posibilidad a los biólogos de investigar todos los tipos de hongos/ parásitos/ musgos que salen al dejar todo sucio en la pila. Que los pobres ya no tienen qué investigar…
Y hablando de comida en mal estado… ¿porqué los padres nunca nos contaron lo mal que huele la carne picada dos días después de comprarla, o la basura cuando no la sacas afuera? Como somos gente joven, encontramos una solución para todo: yo, por ejemplo, meto todos los restos orgánicos en unas bolsas pequeñas de plástico. Hago un nudo bien apretado y listo, la bolsa de basura ya puede aguantar la semana reglamentaria en casa. Y sin malos olores.
Pero nadie ha hablado aún de las moscas de la fruta (Fruchtfliegen), unos seres diminutos e invencibles cuyo cuerpo está hecho a prueba de palmadas asesinas. En otoño (y muy a mi pesar imagino que en primavera también) se pueden encontrar en cualquier casa alemana y, aunque se alimentan de la basura, suelen campar a sus anchas por cualquier habitación (en mi caso, la única que hay). ¿El remedio? Paciencia, porque hasta ahora solo el frío ha conseguido matarlas.
Pero volviendo a los pobres e indefensos animalicos que son los Erasmus… ¿Cómo solucionan el asunto de la comida? Está chupao, simplemente hay que añadir en una cazuela agua y el contenido de un paquete de comida preparada y esperar unos tres minutos. Además, hay gran variedad de productos: pasta a la carbonara, a la boloñesa, al pesto, con champiñones, a la marinera,… Vamos, que nadie puede decir que siempre comes lo mismo.
Esto funciona la primera semana, pero luego ya te cansas de la comida preparada. Además, suele coincidir con la segunda visita al supermercado –quien sabe si en toda la vida-, así que llenas un par de bolsas (de tela, que ya te cobraron el otro día por las de plástico) de carne o verdura, que se hacen en un momentito en la sartén, y de pescado congelado, que te viene hasta con la salsa. Sin embargo, al cabo de unos días extrañas la pasta de nuevo y vuelves a los orígenes, aunque esta vez te atreves a hervirla tú misma. La acompañas con una salsa de tarro que “sabe igual que la de mi madre, en serio, está buenísima”.
No en vano oí una vez que los mejores restaurantes italianos no estaban regentados por italianos, sino por antiguos estudiantes independizados…
Y cuando llega el frío… ¿Qué mejor que una sopita? También hay mil tipos y mil marcas de sopas de sobre, y a mí personalmente me encantan. Pero mis padres, como se preocupan por mi alimentación, me convencieron de hacer yo misma el caldo una vez. Compré una bandeja de verduras y al cabo de unas tres horas mi casa olía que daba gusto. Eso sí, el invento no duró mucho, porque en mi olla solo cabe caldo para hacer tres platos de sopa. Y claro, si hay que elegir entre tres horas para una sopa deliciosa hecha a mano, y cinco minutos para una sopa de plástico que está buena… Pues adoramos a los dioses Maggi y Knorr, o la marca más barata de turno.
Porque si hay algo que los Erasmus sabemos hacer es ahorrar. De hecho, la mayoría de los productos de mi cesta de la compra (y no es que utilice el término económico, es que es la cesta de la bici) son de marcas blancas. (Casi) Todos los Erasmus compramos en Aldi, un supermercado en el que la mayor elección que tenemos los consumidores es si queremos leche desnatada o entera. Para todo lo demás, coges la única marca/ variante que ofertan.
Solo en ocasiones contadas, cuando quieres un producto determinado, como el alioli del mortero, andas con mala conciencia los cincuenta pasos que te separan del Edekka, El Corte Inglés alemán (por la variedad). Y mirando atrás para asegurarte de que los otros Erasmus no te ven, o pensarán que qué selecta…
Al final, la costumbre y las prisas por salir de fiesta acaban marcando tu menú. Un día pasta, otro también, un día carne, otro sopa y, desde que tengo minihorno, también pizza o lasaña. Y claro, llegan las vacaciones y la vuelta a casa de los papás, donde misteriosamente la comida vuelve a crecer en el plato, la nevera se llena sola y las sartenes, ollas, cazos, paletas, pelapatatas, espumaderas, escurridores, exprimidores y demás utensilios se limpian por arte de magia.
 
a ver si renovamos! jajaja...
ResponderEliminarYa sabes! Renovarse o morir...
Hacia falta la foto de las moscas??????????'
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