lunes, 22 de junio de 2009

VACACIONES DE VERANO PARA MÍ...

Llegó la hora de cobrarse el regalo de cumpleaños, así que Vicente y yo nos hemos ido de fin de semana largo a Sicilia. Dejamos una Alemania lluviosa y llegamos a Trapani, una ciudad alejada de la mano del viento donde literalmente te cueces bajo el sol.


Ya desde ese día probamos las especialidades lugareñas: las arancine (unas bolas de arroz con carne o con jamón y mozzarella empanadas) a dos euros nos cautivaron, así como la focaccia, el cuscús con caldo concentrado de pescado (que me hizo ganarme el mote de “pescadito”) y los exquisitos helados que en Sicilia se comen en un pan llamado brioche.




Sin embargo, lo que más nos ha gustado han sido las calas de Favignana, una isla cerca de Trapani. Alquilamos unas bicis (porque no llevábamos el carnet de conducir para alquilar una moto) y nos fuimos a buscar la cala Rossa, la mejor de la isla. Desde que la vi me gusta aún más mi nombre, con eso lo digo todo. ¡Qué preciosidad (y qué fría)!



Continuamos con las bicis hacia cala Azzurra, donde se podía comer y donde nos dimos el chapuzón final (quién sabe hasta cuándo no pisaré una playa que no se la de mentirijillas del Rin). Llegar fue una odisea, porque los caminos no estaban señalizados y nos perdíamos sin parar por las canteras desiertas.




El mar lo disfrutamos también por la tarde, porque Trapani está orientada hacia el oeste, y desde la Torre de Ligny, en un espigón, pudimos ver el atardecer.



Nuestro siguiente destino en la isla ha sido Palermo, la capital. Pese a ello, las casas están igual de hechas polvo que en Trapani. Nuestro hotel estaba en una callejuela de mala muerte, mal asfaltada y muy chunga. Pasamos de un apartamento individual monísimo a una habitación monjil de muebles oscuros y sábanas veraniegas de colores alegres (para compensar, supongo).

La calle resultó ser el centro nocturno de la ciudad. Cuando las tiendas indias cierran, abren los kebabs y los pubs, y comienzan la música a todo trapo y las risas en la calle. No hacía falta ni abrir las ventanas de la habitación para identificar las dos canciones que sonaban a la vez. Y eso por no hablar de la pelea que nos ha despertado hoy a las cinco de la madrugada…


En Palermo hemos visto la Catedral (en una visita amenizada por un loco que se tiraba pedos muy sonoros y se bajaba los pantalones), la capilla Palatina, la via Cerda y el Mercado Ballarò. Allí hemos hecho la mejor compra de todas: medio kilo de pistachos buenísimos, de los que cada vez va quedando menos.

Además, hemos hecho una excursión a Monreale, un pueblecito situado en una montaña de las que rodean a Palermo. Las vistas panorámicas eran espectaculares, y los mosaicos a modo de Biblia ilustrada de la catedral también.





También hemos ido a la playa de Palermo, que está en un pueblo a once kilómetros. Más de dos tercios de la playa los ocupan unas casetas privadas, donde guardan las sillas de playa, las mesas, las cartas y todo lo necesario para ser un buen dominguero.

Pero lo más interesante de la playa no era el color azul claro del agua, sino los cuerpazos de los italianos. Vicente me pilló varias veces mirándolos, pero es que como para no mirarlos… Acabamos haciendo un top five de los bañadores más horteras, porque todo lo bueno que tienen con los cuerpos morenos y las gafas de sol lo pierden con los bañadores de palmeras verde fosforito.



Y por la boca también pierden mucho algunos, como los tres chicos que nos amenizaron el trayecto de vuelta a Palermo. Se metían con un grupo de indios, que son los que venden bisutería, gafas de sol, pelotas y vestidos en la playa. Apoyados por un par de chicas, se divirtieron gritando, insultando y hasta fingiendo caerse encima de los fardos de los indios para romper su contenido. Las miradas enfadadas del resto de viajeros y una llamada a la policía no consiguieron que cerraran el pico.

Sanseacabó nuestro segundo viaje solos, y a Vicente parece que le ha gustado esto de viajar conmigo, porque ya ha comenzado a hacer campaña para que nuestro próximo destino sea Formentera. Dice que no hace falta irse tan lejos para bañarse en unas calas así…



1 comentario:

  1. Me gustan las imágines! Tengo que viajar a Sicilia :-) Gracias por el buen consejo.

    Muchos besos

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