lunes, 21 de noviembre de 2011

Princeton: ciudad universitaria con mucha vida

El domingo, en un acto de rebeldía contra el reloj de arena que ya se acerca al final y de locura académica, organicé un viaje a Princeton, el pueblo que aloja esta universidad perteneciente a la Ivy League. Prácticamente todos los estudiantes internacionales han estado ya, y todos coincidían en que Princeton, en otoño, es imprescindible. Así que allá que me fui con Reiko y su amiga Michelle.



La primera parada fue la universidad para aprovechar el sol que brillaba en ese momento. Y es que aquí hay que pensar ya en las horas de luz a la hora de planificar los viajes. Los edificios eran preciosos y muchos estaban recubiertos por hiedra.




Además, encontramos uno de los cinco árboles de todo el campus que aún conservaba hojas, y lo exprimimos bastante como recurso fotográfico:




Aquí vemos a un estudiante paseando por uno de los claustros mientras lleva un suéter con los colores de Princeton: el naranja butanero y un azuloscurocasinegro.


También nos colamos en una de las residencias. Y mirad qué salón tienen:



Para comer, Munir me había recomendado Chuck’s, un sitio donde comer alitas de pollo. Lo que no especificó era que se trataba de un bar cutrón-cutrón de un pueblo que por lo demás destila elegancia, ni de que las alitas en Estados Unidos se comen con palitos de apio y bañadas en tabasco. Y no es una exageración. No luché por la cuarta alita.



Para quitarnos el escozor de los labios, qué mejor que una cupcake de la pastelería ganadora del concurso de televisión en el que se elegía a los mejores cocineros por sus habilidades con estos pastelillos. Aparte de tener de miles de sabores, ya habían empezado a hornear los de navidad.



Y para borrarnos del todo cualquier trazo de tabasco, fuimos a una heladería que por lo visto por lo general está llena. Probamos un helado de calabaza y tarta de queso que estaba espectacular.




Después nos fuimos rondando a ver el resto de la ciudad, con la mala pata de que me quedé mirando una tienda de manualidades… y entré. La tienda era una pasada, se llama Paper Source, y tiene básicamente de todo: desde diseño gráfico hasta libros de manualidades para niños. Reiko incluso encontró un diario para cinco años, en el que cada año ve lo que hizo los anteriores. Hay otra sucursal en Brooklyn, por si acaso. Además también tenía chuminaetas como el cacao de labios que te pone acento irlandés:


O esta diadema con muérdago incorporado tan chula:


El centro era muy bonito también:


Y además fuimos a una tienda de discos que por lo visto es súper famosa. En la puerta tenían enmarcada una reseña del New York Times en la que decían que valía la pena la hora en tren desde NY solo por poder venir aquí:


Y cuando se hizo de noche, nos volvimos a casa. Algunas a estudiar, otras a hacer deberes... y yo ¡a hacerme la maleta para Miami!

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