sábado, 19 de noviembre de 2011

La ONU vista desde un punto diferente

El viernes, después de mucho tiempo buscando el momento, reservé para hacer el tour de la ONU. Además, todo pintaba genial porque iba a quedar a comer con Xavi, el traductor, y por la tarde quizá podría ver a David, el corresponsal de EFE. Sin embargo, hasta que se hiciera la hora estadounidense de comer, tuve que buscarme algo que hacer. Y la guía filosofal decía que desde la Isla de Roosevelt hay unas vistas espectaculares de la ciudad. 




Se puede llegar en metro o en funicular, pero como iba con prisa opté por el primero. Al llegar me llamó la atención que la isla es verdaderamente tan estrecha como lo parece en los mapas: ¡solo la recorren tres calles de arriba abajo! Nada más llegar ya me di cuenta de que la isla no era lo prometido. De hecho, el problema era que la isla está demasiado pegada a Manhattan.


Sin embargo, finalmente pregunté a una local que qué podía hacer en la isla y me recomendó ir a la parte sur, donde hay un parque y una antigua granja. De hecho, Roosevelt Island antiguamente se conocía como Welfare Island (Isla del Bienestar) por los hospitales, el albergue para indigentes, el asilo de ancianos y el manicomio que allí había. Y de hecho, se cambió su nombre en honor al ex presidente, que tanto hizo por los más necesitados allí. Ahora mismo están construyendo un monumento honorífico, pero no se acabará hasta 2013, así que de momento no hay mucho que ver por allá.


Para la vuelta sí cogí el funicular suizo que cruza el East River, y lo recomiendo, porque lo construyeron en 1976. Y corriendo hacia la ONU, donde había quedado con Xavi. Como la comida de allí no es especialmente buena, acabamos yendo a buscar algún restaurante cercano. Y cómo se nota que está allí la ONU… todo el mundo va con las acreditaciones, y en cuestión de cinco minutos se cruzó a unos cuantos traductores e intérpretes… a los que invitó luego a venir a tomar un café con nosotros :-)



Para entrar en el edificio donde estaba la cafetería, Xavi tuvo que apadrinarme y dejar que pusieran su nombre en la pegatina, con foto, que me autorizaba a andar por ahí. Estuvimos un buen rato hablando con tres intérpretes de la cabina española, que me estuvieron contando cosas muy interesantes, como que solo trabajan en siete sesiones de tres horas cada una a la semana, o que les gusta ir al Metropolitan a tomarse cócteles los viernes por la noche. Además, me aconsejaron que, si me decido por la interpretación, me siga formando, ya sea mediante un máster o yéndome a otra ciudad y hacer más libre elección. De momento, me enseñaron la cabina española en una de las salas de reunión y las consolas que utilizan (alucinaban de que en la Universitat de València no hagamos prácticas de interpretación en cabinas).


Después de llegar a la conclusión de que probablemente eligen a los delegados de los países por guapos (y esto lo deducimos sin saber si son listos o no), me fui a hacer la visita guiada. Escogí esta modalidad frente a la visita con auriculares, porque así podía bombardear a la guía a preguntas, además de practicar inglés. Mientras esperaba vi estos tapices (tipo toalla) de los Secretarios Generales que regala cada vez Irán.


Nos enseñaron el Consejo General de la ONU:


Y la Asamblea General, donde no se podían hacer fotos porque en ese momento estaban reunidos:



Finalmente nos estuvieron hablando de las funciones de la ONU, los objetivos del milenio,… Algo que comentaron fue que actualmente construir una mina antipersona cuesta unos tres dólares, y sin embargo unos 5.000 desactivarlas. Además, la guía nos comentó que siempre señala a todos los niños una mina verde (la pequeña de la imagen) y les pregunta qué creen que es. La respuesta es siempre la misma: un yoyo.


Mientras tanto, fuera iba poniéndose el sol. En la foto, el barrio de Queens.


También nos contaron sobre un programa de desarmamiento que tiene la ONU mediante el cual, si se entregan las armas, reciben alimentos y agua para subsistir. Para evitar tomaduras de pelo, las armas se destrozan en el lugar donde se depositan. La siguiente es una imagen que simboliza esto:



Por otro lado, nos explicó parte del proyecto de una School box. Se envían a países que acaban de sufrir desastres naturales o se enfrentan a crisis humanitarias, y cada caja tiene material suficiente para escolarizar a 80 niños. Por ejemplo, incluye pintura para poder hacer una pizarra en cualquier muro que haya quedado en pie, libretas cuadriculadas universales (pueden utilizarse para escribir en japonés, de arriba abajo, en árabe, de izquierda a derecha, o en español), un reloj de madera para explicar las horas, tijeras, tizas, colores,…


Al acabar el tour llamé a David a ver si podíamos vernos y funcionó. Mientras le esperaba, les iba dando envidia a mis compañeros de Periodismo por whatsapp. Me llevó a la oficina provisional donde han metido a todos los medios, vi los taquilleros de los comunicados de prensa (aunque les envían todo inmediatamente al email),…



La verdad es que me imaginaba una sala de presan como la de Cheste, pero en este caso lo que hay son los típicos cubículos de oficina y cada medio tiene asignado uno. Solo la tele y la radio están algo apartados.



¿Y qué hacer en Nueva York un viernes a las siete de la noche si hasta las nueve por lo menos no podía quedar con Ju Hyeon para ir a cenar? En un primer momento iba a ir al Metropolitan (pero a verlo, no a beber), pero Ju me contó que ella llevaba ya cinco horas ahí dentro y aún le quedaba un buen rato, así que me decidí por el Whitney, que además tiene pay-what-you-wish los viernes por la noche.

Se trata de un museo de arte estadounidense moderno, y de nuevo, como después de ver e Guggenheim, me quedó claro que no estoy yo muy fina en eso. En cualquier caso, hubo alguna exposición que sí me gustó mucho, como la de David Smith: Cubes and Anarchy (la imagen es de artnet).


Y cuando Ju Hyeon decidió que ya había pasado demasiado frío esperándola en un cruce de calles (nota mental: no quedar en un cruce cuando hace frío y viento, quedar en el metro u otro lugar calentito), nos fuimos a buscar algún lugar donde quedar. Con la fortuna de que me acordé de que en la guía hablaban de un barrio alemán que quedaba cerca. Allá que nos fuimos, y de camino nos encontramos esto:


Resulta que a la mañana siguiente salía a la venta la colección de Versace para H&M, y a las nueve y pico de la noche la gente ya estaba acampada. Y os recuerdo que en NYC hace ya frío. Y que la ropa, como véis, era bastante fea.



Después de estar hablándole a Ju Hyeon de mis especialidades alemanas favoritas, de los Schnitzel, la Currywurst y las salchichas en general, encontramos un restaurante alemán… pero con precios astronómicos. Íbamos a seguir buscando (pero no se veía ninguno más) cuando de repente vi un letrero luminoso anunciando el restaurante Jackson Hole. Esta hamburguesería me la recomendó Vicente V. (que sigue con las ganas de ir) y supuestamente hacen una de las mejores hamburguesas de toda la ciudad.

Así pues, abandonamos la idea de las salchichas alemanas y nos adentramos en un mundo de gramolas (que sí funcionan), placas de hierro, radios y hasta el surtidor de una gasolinera antigua.




La hamburguesa, por cierto, también estaba deliciosa.



Y de camino al metro para volvernos, ¡tachán! Me encuentro de nuevo a Xavi, que vive justo en la calle donde habíamos cenado. Desde luego, estoy empezando a pensar que tengo mucha potra con eso de encontrarme a gente en una ciudad donde viven algo más de 10 millones de personas.

2 comentarios:

  1. Jajajajajajaja. La crónica de un día fantástico :-) Espero que lo repitamos pronto. Xavi

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  2. La verdad es que me lo pasé genial contigo y con el resto... Y qué bien que al final me enseñaron la cabina, porque luego en el tour nada de nada... :-)

    ¡A ver si tú, que vives cerquita, me sabes recomendar algún restaurante alemán rico por allá!

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