Me fui a clase con una minimaleta, y con la sonrisa más grande que se pueda llevar. ¡Me iba a Canadá con Miguel y James! Lo de que James viniera no estaba claro, y de hecho tanto Miguel como yo estuvimos mandándole sms para convencerle (aunque luego nos dijo que el mérito no era de ninguno de los dos, que ya estaba decidido). Así que, nada más acabar laclase, ya tenía a mis dos chicos, a Elisa y José esperándome en la puerta de la biblioteca.
Habían alquilado un coche en Philadelphia y nos íbamos con destino Canadá. Lo único es que, por ahorrarnos dinero (bastante, por cierto), no cogimos GPS, así que parallegar hasta la frontera contábamos con un mapa de los de antes... y tan de los de antes, porque es de hace diez años, de cuando vine con mis padres.
Aquí nos tenéis en el primer diner en el que paramos a comer (Everything´s ok, honey?) mirando cómo podíamos llegar a Ithaca, a las cataratas Taughannock, que según las hojas de la Lonely Planet que me fotocopié son muy bonitas.
El camino era precioso, y de verdad se notaba que el otoño ya está aquí... qué colores, cuánta hoja, qué bonito todo. Por lo demás, iban conduciendo haciendo turnos, aunque el seguro solo cubría a Elisa.
A lo largo de todo el camino vimos muchísimos ciervos atropellados en el arcén de la carretera. Conductor y copiloto tenían una misión súper-especial: avisar con antelación cada vez que veían uno para que a los raros de las cámaras, que íbamos detrás, nos diera tiempo a fotografiarlo y poder colgarlo aquí. Ya sabéis quién no avisó con tiempo.
Además, James nos contó que, si atropellas a un animal, tienes derecho a parar, cargarlo en el coche y llevártelo para comerlo. Suena algo contraproductivo por eso de que en principio hay que evitar llevarse a un animal por delante... En cualquier caso, todos estuvimos de acuero en que alguien debía de encargarse de arrimar los bichos al arcén y recogerlos al acabar el día, porque todos los cadáveres estaban frescos.
A lo largo de todo el camino vimos muchísimos ciervos atropellados en el arcén de la carretera. Conductor y copiloto tenían una misión súper-especial: avisar con antelación cada vez que veían uno para que a los raros de las cámaras, que íbamos detrás, nos diera tiempo a fotografiarlo y poder colgarlo aquí. Ya sabéis quién no avisó con tiempo.
Además, James nos contó que, si atropellas a un animal, tienes derecho a parar, cargarlo en el coche y llevártelo para comerlo. Suena algo contraproductivo por eso de que en principio hay que evitar llevarse a un animal por delante... En cualquier caso, todos estuvimos de acuero en que alguien debía de encargarse de arrimar los bichos al arcén y recogerlos al acabar el día, porque todos los cadáveres estaban frescos.
A una hora de que se fuera el sol llegamos al Parque Nacional Taughannock, que está en Ithaca, al lado de un Fingerlake (uno de los lagos alargados de la zona). Los árboles estaban preciosos, así que ¡saltamos!
Una vez...
Otra...
Y así hasta el infinito (
Yo mientras tanto arriesgaba mi vida al andar por uno de esos tableros de madera y sacar favorecidos a Miguel y James. Aunque el último no lo necesita, que dice que es muy fotogénico.
Y corriendo para que no se nos hiciera de noche nos fuimos a la catarata. Según iba avanzando me iba acordando del lugar, porque resulta que estuve allí hace diez años.
Aquí mis compis de viaje haciendo el indio:
Y aquí todos con la catarata de fondo. No hice muchas fotos de cerca porque salpicaba muchísimo.
Lo más bonito, como os imaginaréis, eran los colores:
Y antes de meternos en el coche nos hicimos una foto de superhéroes por algún motivo que no recuerdo.
Continuamos con el viaje, y por desgracia nos medio-perdimos. Eso significa que, aún sabiendo dónde estábamos en todo momento, no podíamos acceder a la autopista, sino que pasábamos por encima... Cuando por fin supimos que nos tocaba avanzar un par de pueblos más de forma paralela para por fin unirnos más adelante, James frenó un poco porque vió las luces de una ambulancia detrás de él.
Nanai. Era un coche de policía y lo que quería era precisamente eso: que nos paráramos. Antes de que el policía se acercara, James nos dijo que por favor nos estuviéramos quietos, dejáramos de hablar/cantar/reír y pusiéramos las manos en alto y a la vista (encima de las piernas). Nos contó que su padre había sido policía durante muchos años y que siempre le había dicho que hiciera eso. Y nada de discutir con el policía. El resto estaban todos preocupadísimos, Miguel porque dcía haber visto muchas pelis (norte)americanas.
El caso es que, en contra de lo que yo pensaba, el asunto fue tan dramático como parecía. El policía se acercó al coche con muchísima cautela, con una mano a un centímetro de la pistola y con la linterna enfocándonos las caras y las manos. Le dijo a James que iba a 48 mph cuando solo podía ir a 30 (y os aseguro que eso era lento, pero es que van pisando huevos). Le preguntó por qué iba a esa velocidad y James respondió que no éramos de aquí y estábamos perdidos. El policía respondió "I understand", que yo interpreté como "lo entiendo, no pasa nada". El resto como "conozco esa situación. Ajo y agua".
El policía se volvió a su coche y, después de un montón de rato, volvió aproximándose con la misma cautela. La verdad es que con eso de que en EE.UU. todos pueden llevar un arma, es normal... pero qué mal rollo eso de tener que poner las manos arriba. Final: que nos llevamos la multa, y sin saber cuánto dinero será.
A James le dieron la hoja de la foto, que me hizo muchísima gracia (si hacéis click en la foto, se amplía y podéis leer una trascripción -con faltas- de la conversación que mantuvieron). Le pregunté a James que por qué no había preguntado el importe de la multa, y me dijo que jamás responda a un policía aquí. Solo os digo que hasta pasados cinco minutos no nos dejó poner la radio.
Después del susto, y respetando las velocidades máximas, llegamos a un pueblo/polígono industrial/sárea de servicio que quedaba a una hora de las cataratas del Niágara. Como esto era un viaje aventura, no teníamos alojamiento, pero no nos costó encontrar. Y barato, que en una habitación nos metimos los cinco. En la típica habitación de dos camas (que aquí son enormes), y poniendo una supletoria. Por menos de $17 por cabeza dormimos :-)

No se ven muy bien las fotos al ampliar, pero me gusta tu cara de superhéroe (o superheroína, pero suena mal...).
ResponderEliminar