Ahora los vecinos tienen que temerme, sí, porque anda que qué risas y qué desafinos anoche… primero sobre las nueve con Damian y Miguel y luego a las doce pasadas con Carolina… Ja, ja, ja. Desde luego, una buena manera de aprender alemán. Ya estoy pensando cómo conseguir dos micrófonos (porque Damian dice que me los deja pero no es plan de abusar). Y que España se prepare, porque estas navidades voy a ser una hacker de las canciones de karaoke.
A otra cosa, mariposa. Qué bien estar en el momento indicado en el lugar indicado. Que nos lo digan a Miguel y a mí, que nos quedamos alucinados cuando Jerzy (pronunciado Ieshu) nos pidió por favor que fuéramos con fiambreras a su casa para llevarnos comida, porque había sobrado de la fiesta del vodka de la noche anterior.
Por lo visto se juntaron en su habitación cuarenta personas (en el cumple de Miguel éramos diez y ya estaba llena), y una amiga que trabaja en un cáterin llevó toda la comida que había sobrado de una fiesta. Y allí estábamos los dos, alucinando cuando Jerzy sacó de su nevera un mouse de mango, una macedonia, una salsa de maíz y alubias, curry con piña, ensalada de pasta, queso,… Ya tenemos comida para los próximos dos días.
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