Cada maleta es una caja de sorpresas. Abrir una al azar e interpretar cómo debe de ser el propietario, un juego muy interesante. ¿Qué hubieran pensado de Vicente, si al abrir su maleta vieran dos paquetes de croquetas congeladas y un (un solo!) zapato negro y brillante? Pues que falta al menos otra maleta. Con un zapato, chorizo, salchichón, dos quesos, bombones, dos botellas de horchata, una de vino… y un traje de chaqueta. Ah! Y unas bailarinas plateadas. Un ejecutivo con nostalgia española… con cierto gusto oculto por el ballet. Ese sería mi diagnóstico.
Sin embargo, abrir una maleta, y saber que la mayoría de los regalos terruños son para ti… eso sí que es emocionante. El problema es que nos hace tanta ilusión saber que los tenemos, que subconscientemente los vamos guardando “para una ocasión especial”. Y no llegan, porque aquí cada día es especial, así que acabamos compartiéndolos (cuando la fecha de caducidad se aproxima) con el resto de nacionales nostálgicos alimentariamente hablando.
¡Muchas gracias por todos los regalos!
Sin embargo, abrir una maleta, y saber que la mayoría de los regalos terruños son para ti… eso sí que es emocionante. El problema es que nos hace tanta ilusión saber que los tenemos, que subconscientemente los vamos guardando “para una ocasión especial”. Y no llegan, porque aquí cada día es especial, así que acabamos compartiéndolos (cuando la fecha de caducidad se aproxima) con el resto de nacionales nostálgicos alimentariamente hablando.
¡Muchas gracias por todos los regalos!
Aún no lo había leídooo!!
ResponderEliminarSin palabras :)