domingo, 7 de junio de 2009

¡SORPRESA!

¿Y tú, qué haces aquí? Nunca me habían dicho que estaba fuera de lugar tantas veces (y tan seguido), y nunca pensé que me alegraría de oírlo, pero así ha sido. Mi viaje sorpresa (o casi) a Valencia ha sido todo un éxito… empezando por la estampa de mi hermano en calzoncillos hablando por teléfono con cara de ¿pero-qué-coj…?, mi madre y sus fantasmas, pasando por el casi-salto despavorido de la iaia por la ventana al ver una ilusión de su nieta y los gritos tan poco profesionales de la tía Rosa y acabando por las caras de sorpresa.

Creo que nunca había hecho tantas visitas tan comprimidas a la familia, pero las he disfrutado. He vuelto a conocer a mi primita (para mí que la han cambiado, que ha crecido mucho), he conseguido que el tema de la ruta a Alemania 09 llegue a mi casa, fui a la presentación del libro de mi padre (compra-compra, que de alguna manera hay que financiar el viaje), me presentaron al nuevo diente de mi primo, descubrí que Silvia no es una fiel devota que trata de convertirme al catolicismo con las cadenas y hasta he tenido el honor de subirme al que será nuestro nuevo coche. Todo un lujo, y –sobre todo por esto último- literalmente.

Pero además, la visita ha venido acompañada de los encuentros con amigos, que, aunque demasiado escasos por culpa de los exámenes, han estado genial. Teatro, cena de chicas, feria alternativa y batucada impresionante en el río,… Resulta que en Valencia también hay cosas interesantes que hacer si las buscas bien (no hay un ERASMUS-Team que te informa de todo, quiero decir).

Y me ha dado pena, pero de Carmen, Silvia y Maite ya me he tenido que despedir, porque en principio no les veo el pelo hasta que vuelvan de sus Erasmus o beca internacional a no ser que me plante allí yo, algo que me planteo seriamente. Porque, aunque el Erasmus dure solo un año, los amigos son para siempre, ¿no? Así que el año que viene nos vamos a Pori, Estocolmo, Roma, Riga, Aix-en-Provence,… y por ser realistas, porque también están en la lista Atlanta y Buenos Aires.

Los días me han cundido mucho, pero mucho, mucho. Viendo a Vicente a trocitos, llevándomelo a la playa para ser el hazmerreír del sol (y luego del resto del mundo por haberme quemado un cuarto de la pierna), dejando tesoros escondidos por el barrio (véase la colección de minerales de la Comunidad Valenciana, el TEJENOVA, o los cuentos bélicos de la infancia de mi padre). Pero también sacando de quicio a mi madre al preguntarle qué de todos los trastos acumulados en el altillo de mi armario tenía que seguir guardándose y qué no (anda que no han salido kilos de mi habitación) o sentada en el río charlando…

Un gran viaje, sí, señor@s!





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