Al día siguiente de ir a Nueva York, después de considerar el volumen de trabajo que tenía,decidí que me volvía para la gran manzana. Mi siguiente faena: buscar a una pobre víctima a la que convencer de que ya llevamso un mes aquí y solo hemos venido unas pocas veces, que luego aún tendremos más faena, que hará mal tiempo,... El engañado: Chris :-)
El día anterior me habían dado el chivatazo de que durante el fin de semana se estaba celebrando en Little Italy la fiesta de San Gennaro, patrón de Nápoles y, desde 1926, una festividad que también se celebra en la gran manzana. Para llegar hasta allá en metro, sin embargo, pasamos por la Fashion Ave.
Pero llegamos. La verdad es que Little Italy parecía un pueblecito español cualquiera en medio de fiestas. Todas las calles decoradas, muchísimos restaurantes habían sacado las terrazas a la calle (invadiéndolas, eso sí), había miles de puestos de feria... Y por supuesto, aquello estaba hasta los topes de guiris, que, confundidos con tanta banderita, accedían a hacerse fotos estúpidas, ¡y encima pagando! Os dejo un ejemplo:
Se hacía difícil andar por las calles, así que decidimos replegarnos nada más acabamos de ver tooodos los puestos. Y no os creáis, que no fui yo quien quería verlos todos... Alucinando me quedé.
Como ya teníamos hambre, y los precios del festival eran abusivos, nos fuimos hacia Chinatown, que queda al lado. De nuevo confiando en la Lonely Planet, nos fuimos a Vanessa´s Dumpling House, un restaurante donde, aseguraban, se podían comer dumplings buenísimos por $1. Los dumplings son unos pastelitos de masa en cuyo interior hay verduritas y algo de carne. El sitio estaba a rebosar, como si todos los turistas de la isla se hubieran puesto de acuerdo en ir o a Little Italy o a este restaurante... Así que acabamos en un parque:
Esto es una sopa de pato al estilo cantonés con noodles (espaguettis gordos): enorme e imposible de comer sin salpicarse, así que me fui directa al suelo a comer.
Y esto es el interior de un dumpling:
Luego estuvimos dando vueltas varias por el barrio, descubriendo algún templo perdido que otro...
Curiosidades como este teléfono de emergencia en mitad de la calle...
Un Mc Donald´s chino...
Y disfrutando de las calles y la atmósfera chinesca del barrio en general:
De toda esta tienda solo conocía dos productos: los cacahuetes y las castañas. Todo lo demás: misterios.
Reventados de tanto andar, Chris y yo nos volvimos a meter en el metro y nos fuimos hacia el Museo Guggenheim. Solo os digo que, cogiendo el exprés que para en una de cada tres paradas más o menos y va mucho más rápido que el metro normal tardamos unos 15-20 minutos... Y, en un mapa, sería como ir desde el sur de Manhattan hasta la mitad de Central Park. ALUCINANTE.
Como teníamos algo de tiempo hasta las 17:45, que es cuando dejan entrar al museo pagando una donación voluntaria, nos acercamos a ver el Reservoir de Central Park, que es el lago más grande de todo el parque (ocupa 1/8 parte). Es famoso porque está rodeado por una pista de atletismo de 2,54 km donde corrían personalidades como Clinton, porque se puede practicar la pesca (si luego se devuelven los peces al agua) y porque fue diseñado para que en verano la gente pudiera pasear en pequeñas barcas y en invierno se congele y se pueda patinar sobre él.
Aquí tenéis el edificio del Solomon Guggenheim Museum, que según la guía es la mejor obra que alberga el museo :-) Se trata de un museo donde no hay habitaciones, sino rampas con compartimentos en los que se alojan las obras. De hecho, no recuerdo haber visto puertas más que las del baño.
Y una curiosidad: mientras esperábamos en la cola (que ocupaba dos lados de la manzana, así que si vais no esperéis en el parque, sino en la entrada del museo, aunque luego es muy rápido) para entrar, Chris y yo íbamos pensando cuánto dinero íbamos a pagar, y dijimos que $3. Pues bien, cuando llegué a la caja y di el dinero me preguntaron que cuántas entradas quería. Y yo, extrañada, les dije que una, que me sorprendía la pregunta y que cuánto paga la gente de normal por cada entrada. "Un dólar".
En la rampa principal (la que se ve en la foto) se alberga ahora mismo
una exposición bien rara de Lee Ufan sobre piedras, placas de hierro y
cuadros con líneas. La foto la he sacado de la web del Guggenheim, y además es chula porque muestra el techo y la rampa: a los visitantes no nos dejaban hacer ninguna foto.
Una exposición que me gustó mucho más fue la de Hans-Peter Feldmann, que ganó el año pasado el premio Hugo Boss, consistente en $100.000. Con el dinero, en vez de gastarlo en caprichos, ha redecorado una habitación: cubriéndola toda de billetes de $1 reales y que han estado en circulación (es decir, nada de sacarlos del banco nuevecitos).
Menuda faena ponerlos uno a uno: ¡están cogidos solo con alfileres! Como podéis imaginar, había guardas aunque total, no sé para qué, por rápido que actuaras como mucho te llevas $10. O te dejan una noche solo en el museo, o imposible. Y salir con un saco de tal tamaño y pasar desapercibido... difícil.
En la small rotunda o rampa pequeña había cuadros de los clásicos, como Picasso, Modigliani, etc. Y cuál fue mi sorpresa cuando, al subir a un nivel superior, me encontré de frente con al Composición VIII de Kandinsky, una obra de la cual hice un trabajo en junio para el profesor loco de Teoría de la literatura. Me escuché la audioguía enterita.
Aquí os dejo la única foto que pude tomar desde dentro del edificio:
Y cuando ya estábamos acabando de ver el museo (da tiempo de 5:45 a 7:45), Chris y yo vimos por la ventana, entre los árboles de Central Park, que se estaba poniendo el sol y que parecía bonito, así que nos fuimos pitando al lago a ver las vistas. Menuda preciosidad:
Los barrios visitados son Little Italy, China Town y el museo Guggenheim y sus alrededores.
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