sábado, 22 de octubre de 2011

Que el ritmo no pare, no pare, no

El día empezó pronto. Muy pronto. Como a las dos horas de acostarnos. A las cuatro ya estaba yo haciendo el desayuno, a las cinco en el bus, a las seis en Times Square, y a las seis y media en una cola eterna. El objetivo: ver a Coldplay en concierto, en la Rockefeller Plaza, en directo para el programa Today.

Viendo que la cola ocupaba tres lados de la manzana del concierto, Vicente y yo acabamos renunciando a ella y nos situamos a unos 100 metros del escenario. Confiando en que habría un escenario y podríamos ver a la banda, fijamos nuestras posiciones y esperamos.

Y esperamos.


Y esperamos.


Y seguimos esperando. Al final el frío era increíble, tanto que nos alegramos mucho cuando unas señoras mayores se nos pusieron alrededor porque así nos tapaban el viento. Aunque tuviéramos menos espacio.

Y a eso de las 8:30, empezó el concierto. El sonido era increíble, la verdad. Lo único es que Vicente y yo no nos sabíamos las canciones (y de las que conocíamos, no sabíamos la letra de verdad, sino la versión aguachiguá). Así que daba un poco de vergüenza cantar, pero qué leñes.


Resulta que al final no había escenario, así que más que ver el concierto, lo oímos. En esta foto véis la cara del cantante (creo).


Y aquí tenemos a los presentadores de Today haciendo sus comentarios ingeniosos entre canción y canción:


Lo más guay, aparte del concierto, es que nos regalaron unos micrófonos de gomaespuma que dieron mucho juego a lo largo del resto del día. Cuando acabó el concierto nos dirijimos hacia Rockefeller Plaza, porque habíamos quedado allí con Reiko para redesayunar, y ¡tachán!


¡Ya han montado la pista de hielo! Es algo que hay que hacer, pero se pasan mogollón con los precios. Te cobran $14 por usar la pista y $8 por alquilar los patines. Cuando lo vimos solo había seis personas patinando, pero cuando se llena hay hasta ciento cincuenta.


Y aquí estoy yo informando de eso. :-)


Seguimos andando por la calle y ¡tachán! Una estatua Love de Robert Indiana. Vicente, mientras tanto, practicaba cómo empezaría su monólogo si fuera monologuista.


Después, en la calle 57 entre la 5ª y la 6ª nos topamos Reiko, Vicente y yo con una tienda de disfraces... repleta de máscaras. El próximo 12 de noviembre tenemos un Masquerade Ball (baile de máscaras en la uni). Nos lo contó Morna emocionadísima en la Involvement Fair y a Vicente no se le ocurrió otra cosa que bromear con que eso era una tapadera, que la habían invitado a una orgía. Mis compañeras de piso todas escandalizadas, y Vicente y yo por los suelos al ver sus caras.

Pues cada vez que nos acordamos de la fiesta volvemos a la carga (ahora los dos). Y claro, rodeados de tanta máscara, era inevitable. La verdad es que había algunas preciosas, y para Vicente encontramos una de nariz larga, pero bonita :-). Para mí me gustaban las que se sujetan con un palito, y todas llenas de plumas.


Después de un buen rato pensando en cómo deberíamos ir vestidos al baile ése (teniendo en cuenta que es una tapadera) y contarle a Reiko qué es una orgía, porque no lo sabía, acabamos, muertos de risa, en la 5ª avenida. La de las tiendas caras y exclusivas. Pero un poco decepcionados porque Reiko nos contó que la universidad nos dará las máscaras al llegar al baile. Estamos pensando sin comprarnos nosotros ésas y deslumbrar al resto. :-)

Llegamos a la tienda Apple, donde nos encontramos con toda esta gente haciendo cola para comprar el último modelo de iPhone que han sacado, el 4S. A la gente aquí con eso de Apple se le va mucho la cabeza.


Luego nos metimos en FAO Schwarz, una juguetería enorme y la más antigua de toda Norteamérica según la Wikipedia. Tiene muchísimos peluches, de todos los tamaños.



Aparte tiene unos dependientes majísimos que te enseñan chuminaetas, como unos avioncitos de papel que, los lances hacia donde los lances siempre vuelven al lugar desde donde los soltaste (mola bastante el invento. Arantxa (que ha estudiado Aeronáutica), si lees esto, dime cómo se hace si lo sabes).


La siguiente parada fue el consulado español, segunda parte. Subimos hasta el piso 30, y de nuevo a esperar. Me dieron el último número de todos, pero me aseguraron de que antes de las dos nos íbamos (más que nada, porque a esa hora cierran). Y así fue. Dos horas de parón, en las que el pobre Vicente y yo nos dormíamos. Y digo "pobre" solo de él, porque yo al menos estaba por un motivo, pero él solo me hacía compañía.


Y todo para que, cuando llegó mi turno, les diera los papeles que había rellenado en los primeros cinco minutos y me dieran el comprobante. Ahora ya me pueden mandar las papeletas a casa, meto "la elegida" en el sobre y lo mando por correo certificado a España. Y voto. Ya puedo elegir bien, ya.


Libres ya de tanta burocracia, nos fuimos al quinto pino: a Coney Island, en Brooklyn. Para llegar tardamos casi una hora y media. A cambio, descubrimos que hay metros raros que son locales en Manhattan, exprés en la zona norte de Brooklyn, y locales de nuevo en la zona sur de la isla. Hicimos más de 27 paradas al final e íbamos dormilados con tanto traqueteo.

En Coney Island teníamos tres objetivos: (1) ir al New York Aquarium, que los viernes tiene pay-what-you-wish de 3 a 5; (2) subir al Cyclone, que es una montaña rusa de 1927 y símbolo de Nueva York desde 1988. Está inscrito desde 1991 en el Registro Nacional de Lugares Históricos, y la verdad es que nos imaginábamos una especie de Dragón Kahn a lo bruto. Y he aquí lo que vimos:


Así que decidimos pasar del Cyclone. Por desgracia, el primer objetivo tampoco lo pudimos cumplir, porque llegamos justo cuando acababan de cerrar el acuario. Pero el tercero no se nos escapó: pasear por el paseo marítimo y ver la playa.


La verdad es que hacía un viento terrible y hasta yo, que llevaba tres capas finas, estaba helada. Vicente, que solo llevaba una manga larga, hacía una carita de frío... Así que nos fuimos a un chiringuito de playa a que se comprara algo para comer. Los carteles antiguos de la pared me encantan.


Y nos fuimos a dar un paseo por la playa. Imaginaos el frío que hacía, que Vicente hasta cargó mi mochila un buen rato para frenar un poco el viento.


Nos acercamos a un embarcadero...


Y nos hicimos una foto con Coney Island de fondo. Nótese dónde tenemos las manos. Ya se echaban de menos los guantes.


A mí el barrio me recordaba a Canet en invierno. Ni un alma por la calle, solo algunos grillados paseando por la playa. Los chiringuitos y bares del paseo cerrados casi todos. Y encima con un baño de pintura vieja. Supongo que el frío y la ausencia de gente hacían mucho, porque mirad cómo se pone esto en verano:


Y cómo se ponía ya hace unas cuantas décadas (sé que hace tanto por los gorros que llevan las señoras):



Ya nos volvíamos para Manhattan cuando pasamos por Nathan´s, un restaurante de perritos calientes. Aún no lo sabíamos, pero resulta que aquí se celebra cada 4 de julio un campeonato internacional de comedores de perritos. En la pared había un marcador: 256 días hasta el próximo sorteo. Récord femenino: 41. Récord masculino: 68.



El concurso consiste en, en cuestión de 10 minutos, comerse todos los perritos calientes que se pueda. Gana quien más coma, y no vale eso de vomitar, ni tampoco que se te caiga un poco de comida al suelo cada vez. Por lo visto tienen estrategias y todo, como mojar el pan en agua hasta que esté tan blando que solo haya que tragarlo, y masticar solo las salchichas. Aquí tenéis la noticia de la edición del concurso de este año, con imágenes:



Y aquí a Vicente desafiando a su mandíbula para ver si podía comerse el perrito caliente que se pidió, con queso y chili.


Una vez en Manhattan, nos acercamos a un restaurante que me habían recomendado: Dave & Buster´s, al lado de Times Square. Es un restaurante-sala de videojuegos, donde puedes beber o picar algo mientras juegas al Texas Hold'em, a la ruleta de la suerte, a averiguar cuál es el precio aproximado de x producto, a encestar en la canasta de baloncesto, a bailar siguiendo las indicaciones de la pantalla,...


La gente que ganaba iba poniendo todos los tickets en un vaso de plástico gigante. Antes de irte, puedes canjearlos por los premios de la tienda. Había mucha gente con MUCHOS tickets.


Y lo dicho, mientras tanto puedes tomarte un cóctel.


Luego nos volvimos a casa y, mientras nos acercábamos a RockOff Hall, vimos que estaban los bomberos. Pensamos que sería el segundo simulacro del que nos alertaron, pero para el primero solo estaba la policía, no llamaron a los bomberos. Los reporteros ya habían llegado al lugar de los hechos:


Al final no era nada, como os podéis imaginar. Vicente me hizo la cena (gracias a la primera apuesta en la que me juego algo en muuuuuucho tiempo, sobre cuánta gente se bajaba del bus en New Brunswick) y, de nuevo, me convenció para salir por ahí a una fiesta en una casa. Yo convencí a Ju Hyeon, así que nos fuimos los tres. En la fiesta estaba Munir, un chico que estuvo el cuatrimestre pasado en Valencia de intercambio, junto con muchos de los estudiantes que estuvieron allí con él. 

No hacían más que hablar bien de Valencia, y le agradecieron a Munir que nos hubiese llevado, porque les recordábamos a la ciudad. Vicente y yo nos dejábamos querer, y al final nos invitaron a dos pre-game parties (o botellón en casas, como se prefiera llamar) para el partido del sábado. Una chica incluso se ofreció a traer marshmallows (jamones) para tostarlos con el fuego de la hoguera, una costumbre norteamericana.

De todas formas, para eso tienen que hacer un fuego que aguante y que impida que nos congelemos tanto...

Por fin, sobre las dos y media, el ritmo paró y nos dormimos.

4 comentarios:

  1. No os merecíais ir a ver a Coldplay. He dicho. Y lo del micro, muy grande!

    ResponderEliminar
  2. Me has tendido una trampa pra comprobar si leo el blog! Con retraso, pero sí!
    Como era de esperar no tengo ni idea del sistema, debe de ser tipo boomerang, que tampoco sé cómo funciona (lame).
    Por cierto, estaba todo el rato buscando al Vicente que yo conozco en las fotos y sólo veía a no sé quién... he caído al final de que hay otro Vicente en tu vida!
    (Arantxa)

    ResponderEliminar
  3. :) Pon uno o varios Vicentes en tu vida :) En la mía ya hay unos cuantos, y en este blog ya he nombrado cuatro al menos...

    ResponderEliminar
  4. Pues si, porque tu iaio y tu tío, abultan bastante, como para obviarlos ...

    ResponderEliminar