sábado, 26 de noviembre de 2011

Black Friday: una excusa para no dormir

Pues sí, de nuevo una noche corta... y unas ojeras bien grandes para empezar el último día en Miami. Y es que Manu se iba en un acto autosuicida a las 7 de la mañana, así que había que llevarlo aún más pronto al aeropuerto. Y para aprovechar el día, pero sin arriesgarnos a que la policía se diera cuenta de que íbamos seis en el coche al parar en el aeropuerto, Jose nos dejó en un centro comercial, donde... ¡ya había empezado el Black Friday!



El Black Friday, siempre el día siguiente a Acción de Gracias, tiene sus orígenes, según Wikipedia, en Philly. Allí lo llamaban así por los horribles atascos que se montaban con la vuelta a casa después de las vacaciones familiares. Pero además Thanksgiving marca el inicio de la temporada de las compras navideñas y en Estados Unidos se inventaron esta "fiesta" para darle un impulso a las ventas. Tanto, que desde 2005 es el día en que más se vende de todo el año (los descuentos llegan al 70%).

Además, y para añadirle picante a la historia, las tiendas abren de madrugada (normalmente a las 4 o 5, aunque este año muchas abrieron a medianoche). De hecho, por lo visto hubo gente haciendo cola en la puerta de Best Buy (el MediaMarkt norteamericano) desde las cuatro del día de Acción de Gracias... lo que implica que, si de normal la cena ese día es a las tres, prefirieron pasar ese tiempo en la calle antes que calentitos y poniéndose finos a comer.

Y éste era el panorama a las 6:30, cuando llegamos... (nótese la cara de destrozados que llevan todos en general).


Similar a ésta era la freidora en la que os hablaba en la anterior entrada, solo que más grande y llena de aceite...


Además, en Best Buy me encontré con algunas máquinas que me encantaron y quiero compartir con vosotros:


¿No son preciosas? Si tuviera una tienda de comestibles vintage, me las llevaba.


Y a las 11:30 de la mañana, reventados a más no poder más, nos fuimos a casa a comer... las sobras del día anterior (que seguían estando deliciosas, ojo):


Ya solo éramos cinco, y mirad qué pequeña se veía la mesa... y vacía de gente :-( ... (Si hasta cabíamos todos en el coche, sin apretarnos ni nada)


Sin hacer siesta (yo aún tenía esa pequeña esperanza), nos fuimos directamente y ya con las maletas al centro de Miami, la parte que el otro día nos dejamos por ver. Como justo nada más llegar empezó a chispear (y eso, según Olga, significa que hay que empezar a correr a buscar refugio), acabamos en un hotel. Con un árbol de Navidad increíble:



Cuando amainó (al final solo fue una excusa para merendar, porque mucho no llovió), seguimos andando por el paseo marítimo. Al niño de la foto, como no se apartaba, le dije que al menos saludara:


Paramos un momento en el Hard Rock para hacernos fotos de superestrellas (mi guitarra es el trípode):


Y nos lo habían recomendado (hasta el autobusero del otro día), pero yo pensaba que al final no lo haríamos, aunque al final sí: ¡nos montamos en barco! Como sabéis, Miami sirve de residencia (veraniega) para muchos famosos de todo el mundo, que se montan una mansión en una islita, tapan todo bien con árboles, y se ahorran de un plumazo a todos los paparazzi que, como mínimo, no cuenten con una barquita. Y si te cuentan esto mientras te tomas un mojito (bien cargadito de azúcar), aún te sabe mejor el viaje.


Aquí os dejo parte del skyline de Miami, con el Arena (blanco) y la torre del hotel Biltmore, que imita a La Giralda de Sevilla.


Esta choza es la de Ricky Martin:


Y esta preciosidad de casa, de un estilo muy ibicenco, la de Shakira:


De vez en cuando veíamos alguna deshabitada. Como ésta, que se puede alquilar por el módico precio de $15.000... al día.


La casa del fondo de la siguiente imagen es solo el invernadero, y cada palmera cuesta 5.000 dólares.


En cualquier caso, nosotros nos contentamos con hacernos la típica foto llevando el timón del barco.


Después del viaje en barco nos fuimos al Metrorail, un servicio de tranvías gratuito que pasa por todo el centro de Miami y que además va por el aire. No está mal para darse una vuelta, supongo que especialmente si diluvia como suele hacer por allí, pero muchas vistas de la ciudad no se ven. Es una pena que no haya uno por la costa. Eso sí, para pasar un rato y descansar o para cambiar de barrio, va genial.


Y finalmente, cuando ya anochecía, nos fuimos al coche y al aeropuerto. C'est ça, Miami.


Pero aún me queda algo por decir: si pasáis por el aeropuerto de Miami y tenéis hambre, comed antes de pasar los controles de seguridad, porque dentro no hay prácticamente nada (en la puerta G, un mini Pizza Hut, una cervecería y una sitio donde venden ensaladas y bocadillos preparados).

Además, volvió a tocarme el gordo con los controles de seguridad y llamaron a una mujer para que viniera a controlarme, pese a que esta vez no había pitado al pasar la puerta. Y es que el policía que sonrió y me llamó Pippi Langstrumpf por llevar dos trenzas también pensó, aparte de que estaba muy mona (y eso lo digo yo), que podía ocultar algo. Así que la mujer vino, se me puso delante y me palpó bien todas las trenzas. No vaya a ser.

Finalmente, con una sonrisa enorme y muchas, muchas horas de sueño acumuladas (tantas que me dormí unos segundos un par de veces en el tren de camino a New Brunswick, y eso que eran las 11 de la noche y tenía miedo de pasarme de parada), llegué a casa, donde, tras una cura de sueño de doce horas, volví a ser persona y di envidia a mis room mates. Chincha rabiña, que he ido en bañador en Thanksgiving y vosotras no. ;-) Menudo viaje...

1 comentario:

  1. "aparte de que estaba muy mona (y eso lo digo yo)"

    Sin palabras :)

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