viernes, 25 de noviembre de 2011

Un Thanksgiving medio norteamericano, medio cubano

El jueves, después de por fin dormir algo más, amanecimos ojerosos pero con muchas ganas de pasarlo bien. ¡Porque había llegado el día del pavo! O del no pavo, porque en principio lo celebrábamos solo nosotros y nadie sabía cómo hacer uno. Sin embargo, Olga la estratega ideó un plan para que una familia de locales nos acogiera:

Básicamente, se trataba de hablar con los anfitriones (bueno, realmente, con su madre) y contarle por mensaje de móvil que habíamos pensado hacer nosotros un pavo, y que si sabía cómo se hacía. La mujer, toda escandalizada, la llamó y le sugirió que, dado que lleva unas cuatro horas guisar el pavo, compráramos uno por ahí. Una vez ya había colado el anzuelo, Olga le comentó que era buena idea, que probablemente con un pavo y alguna tortilla española tendríamos comida suficiente.

Y coló, porque se ve que esa mujer adora las tortillas y lleva tiempo pidiendo una. Nada más oír eso, respondió que, puesto que íbamos a hacer eso, por qué no íbamos con todos nuestros bártulos a casa de su hija a cenar. Y que no nos olvidáramos tres tortillas y ensaladilla rusa. (Así, especificando el número y todo).



Y oído cocina. Manu se dispuso a cocinar tres, una con cebolla, una sin cebolla y una con parmesano (!). Pero antes tuvimos una comida de domingo en pijama:

Y luego, vestidos de gala (de verano), nos fuimos a casa de los amigos de Olga y Jose. Íbamos los seis en el coche que les han dado para manejarse por Miami, y está bastante perjudicado. Así que cuando llegamos a esta casa, que estaba en una zona bien de la ciudad, casi nos daba apuro salir tantos del coche. Aunque, si nos vieron, creo que se les olvidó cuando montamos nuestra contribución a la fiesta en la encimera española:


El pavo, que efectivamente llevaba al menos cuatro horas en una freidora especial cubierto de aceite, estuvo listo más tarde:


Aquí estamos de charreta con uno de los hijos de la familia, que era de origen cubano. Y eso fue un puntazo, porque además del pavo tuvimos yuca, carne y moros y cristianos.


Y un pastel de calabaza con marshmallows encima:


Además, cuando llegamos a la urbanización, vimos que muchas casas ya con las luces de Navidad... y eso lo teníamos que ver de cerca.


La mayoría de las decoraciones eran inflables, aunque vimos unos cascanueces que colgaban de un árbol como si los hubieran ahorcado ahí la mar de interesantes... (como veis, lo de las palmeras iba en serio).


Mientras tanto, los niños de la casa, que iban pilotando un quad y un patinete eléctrico, nos iban pitando cuando nos adelantaban. Los de la femilia debieron darse cuenta de que nos picaba la curiosidad, porque acabaron dejando que montáramos todos (varias veces):



Y finalmente, foto de familia con los que quedábamos. El chico monísimo e hijo de la casa es el que le pone cuernos a su padre. Sin embargo, y para pesar de mucha gente, la chica morena de su lado es su novia, lo que, imagino, también es una pena para otros.


Después de todo esto, nos fuimos como llegamos: en un coche de payasos. Aunque esta vez haciendo un poco de show (o chou, como leí por allí) para que vieran que nos lo tomábamos con humor. Ellos, a juzgar por las carcajadas que soltaban y las fotos que nos echaron, también. Al menos nos fuimos con el maletero lleno de comida cubana... para alimentar a todo un ejército.

Y de nuevo de fiesta por Miami hasta las tantas...

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