viernes, 18 de noviembre de 2011

Have a nice day!


¿Sabéis uno de esos días en los que todo sale bien y os acostáis con una sonrisa? Pues el jueves yo tuve uno así. Primero tuve una clase en la que me lo paso pipa y luego, para un proyecto, quedé con un chico que va a la universidad todos los días en segway. El profe comentó un día que le gustaría saber quién carajo llevaría un trasto tan caro siempre consigo, así que… busqué respuestas.




Elias (se pronuncia “ilaias”) tiene la segway desde hace tres años y la utiliza aunque llueva o nieve. Se abriga, se pone ropa impermeable y lo que haga falta. Todo por poder prescindir de los buses e ir literalmente de puerta a puerta. Aquí podéis ver el proyecto ya acabado que hice sobre él y su trasto de 6.000 dólares. [Dice mi profe que ha sido el mejor de la clase].

Pero es que yo, además de una historia estupenda, conseguí un viaje en segway gratis. Primero porque me dejó probarla, aunque en modo principiante (y en una mini bajadita la máquina me frenaba). Y segundo porque, mientras íbamos de un lado a otro para que tomara las fotos, le comenté que era una pena que no cupieran dos personas. ¡¿Qué no?! Ya me lo demostró, aunque cada vez que frenaba yo pensaba que me iba de culo.

Además, como le gusta a él también la fotografía, me hizo un book. Luego me fui a comprarle una cupcake para darle las gracias por todo. :-)


Más tarde quedé con Vera, mi international buddy de ICPP, para la última quedada. Me enseñó la residencia donde vive, donde comparte habitación con otra chica y baño con toda la planta. Cocina no tienen, así que tienen que ir al dining hall cada vez. Y hablando de esto me comentó que precisamente esa noche habían organizado en la cafetería una cena de Acción de Gracias. Se me debió iluminar la cara de forma muy ostensible, porque me invitó a cenar con ella y sus amigos. 

Y allí estaba yo, a las 6:30 de la tarde, cuando apenas había comido tres horas antes, dispuesta a hincarle el diente al pavo que me habían prometido. Desde luego, me dio tiempo a probar cosas: las patatas dulces, el stuffing (que es el relleno típico del pavo), algo de carne, sopa de calabaza e incluso alguna gamba rebozada que vi por ahí. A la hora de pedir el pavo (que te cortaban en el momento en otra zona), Vera les dijo algo que no entendí y en vez de darme la parte que tocaba (con aspecto de estar bastante seca), me dieron la del muslo. Más puré de patata (mashed potatos) y salsa, cena de Thanksgiving.



Mientras devorábamos, Vera me iba contando que por lo general esa fecha se pasa en familia, y que antes de comenzar a cenar se cogen de las manos y dan las gracias por lo que les parezca. Algunas mesas de la cafetería lo hicieron.


Finalmente, y después de una guerra de judías protagonizada por los amigos de Vera, nos fuimos a la parte de los postres. Hacía tiempo que no veía tanta fruta junta.


Broma, broma. Cogí un plátano, pero para llevar. Allí me centré en los dulces típicos, y probé tres tipos diferentes de tartas: pumpkin pie, pumpkin cheesecake y pecan pie. Esta última, cuyo aspecto no pronosticaba nada espectacular, fue todo un descubrimiento. En cualquier caso, en un acto de solidaridad por mis compañeras de piso, cogí un trozo extra de tarta, lo envolví en una servilleta, y me lo llevé de souvenir.



Y claro, después de tal festín, no podía venir sino… ¡una actuación de danza del vientre! Miedo me daba echarme al suelo a mitad baile, no fuera a ser que me explotara la tripa. Vientre, desde luego, tenía para enseñar esa noche. Al final, cuatro horas después de haber empezado a cenar, se me pasó, justo a tiempo.

En cualquier caso, ¡ya he tenido una cena con pavo, por si acaso en Miami no se lleva eso!

1 comentario:

  1. Echo de menos fotos de tu cara de alegría con el cacharro... :)

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