viernes, 16 de diciembre de 2011

Comida, comida, comida...

El otro día en clase uno de mis profesores mencionó que el día anterior había ido a comer a la cadena Cheesecake Factory y que había sido toda una experiencia que, antes de volverme a España, debía probar. Investigué dónde quedaba el más cercano (40 minutos en bus, ni en NYC hay) y Patricia, de mi clase de Interpretación, rápidamente se apuntó al plan. Así que el viernes, con pocas horas de sueño, nos fuimos a Menlo Park a comer.



Creo que esa imagen lo dice todo, pero por si acaso. Tenían muchísima variedad de comida (el menú son más de diez páginas) y las raciones son gigantes. Así es difícil decidirse. Además, a la hora de pedir el postre vale la pena acercarse a la vitrina a ver la pinta que tienen…


Aquí os pongo la sección de la carta dedicada solo a tartas de queso: una página y media de exquisiteces…




Al final también se vino un amigo de Patricia, así que acabamos con tres bonitas raciones. La mía, de Godiva (o /godaiva/, como dicen aquí).


La tasta de queso de mantequilla de cacahuete fue la clara ganadora de las tres. Mirad el tamaño comparado con la mano de patricia. ¡Son siete capas!


Y por la tarde, con una hora para hacer la compra y convertirme en chef de cocina para dirigir a todas mis compañeras de casa y tener la comida lista para cuando llegaran los invitados, hicimos la cena española que había prometido. Estaba yo más orgullosa de la tortilla de patata gigante… Pero era tan grande que al pincharla con palillos se deshacía… (o quizá eso no era por el tamaño, nunca se sabe).


La mesa quedó así de bien (y llena): jamón serrano, tomate rallado, pan de verdad ($5 le costaron a Morna dos barras pequeñas, y se tuvo que ir a una tienda determinada aposta), chorizo (mejicano, porque era del súper), olivas, bravas,…


La verdad es que todo triunfó, aunque yo no hacía más que repetirles que la comida española no era solo patata y ajo –aunque lo pareciese-. La verdad es que poco sobró. Y aquí queda para la posteridad la foto de grupo. François, el chico del medio con jersey de rayas y que es medio español, se levantó todo emocionado cuando me vio aparecer con el turrón. :-)


Pero las mayores risas llegaron cuando François, que está aprendiendo japonés, nos contó que la frase "donne-moi le gâteau" (dame el pastel en francés), si se pronuncia rápido, suena igual que “muchas gracias” en japonés. Una cosa derivó a otra, y acabamos aprendiendo que “oh, una casita” suena para ellos como “tengo hambre”, que “dame” es “no” y que “oh, chin chin”, como si chocaras las copas al brindar, significa “polla”. Lo que aprende uno en el extranjero.

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