viernes, 9 de diciembre de 2011

DC: tachando cosas de la lista

El jueves mis planes pasaban por ir a clase y, luego, con calma, coger un tren que me llevara a DC para reunirme allí con mi familia. Sin embargo, mi falta de planificación dio sus frutos y me encontré con que solo quedaba un tren con asientos disponibles en todo el día: el de las 6:45 de la mañana. Así que, sin haberme despertado como aquel que dice, me fui ojerosa y muerta de frío hacia el tren. Al final llegaba yo incluso antes que mi familia.

Pero toda esa energía que me faltaba mientras esperaba al tren la recuperé con un par de horitas de sueño con traqueteo incluido, así que cuando bajé desestimé de inmediato la idea de mi madre de quedarme en un café trabajando y esperándoles en la estación. Nanai.



Era, quizá, lo que más rabia me dio perderme cuando vine a DC en verano, así que lo cogí con muchísimas ganas (y prisa, que solo tenía un par de horas). En el museo (de los únicos de pago en toda la ciudad, y sin descuento para estudiantes), te eseñan algunos de los artilugios más chulos utilizados para espiar o incluso disparar al enemigo. Todo muy didáctico, para tocar e incluso probar (¿cómo suena un submarino -de los que responderían a un ataque nuclear- en comparación con una ballena?). Me gustó muchísimo la parte donde te enseñan a una persona y luego te ponen un vídeo de seguridad (del metro o similar) y tienes que identificarla. ¡Qué difícil!

Pero quizá lo que más me gustó fue que puedes gatear por un conducto del aire acondicionado intentando que no suene el detector de sonido. Mal asunto, dado que llevaba dos chaquetas, la mochila y la bolsa del ordenador (no tenían taquillas). Además, mientras lo estás recorriendo oyes a unos cubanos hablando sobre cómo hacer un golpe de estado para derrocar a Fidel. ¡Buenísimo!

Y es que, no lo olvidemos, incluso DC está relacionado con Cuba. ¿A alguien no le suena el caso Watergate? Aquel que en 1972 forzó la dimisión del presidente Nixon y que es todo un ejemplo a seguir para los periodistas de investigación, que consiguieron destapar que el presidente y su comité ejecutivo habían tapado un allanamiento por parte de cinco cubanos al complejo Watergate. Para ello, tuvieron que dar la pelma a muchísima gente para que testificara y partieron del principio de no publicar ningún dato a no ser que tres fuentes distintas lo hubieran confirmado. ¡Con lo difícil que es que hable uno!

En cualquier caso, aquí está el complejo Watergate, que estaba a una manzana de nuestro hotel:


Y caminando que es gerundio nos fuimos a aprovechar las horas de sol que nos quedaban (no muchas) para ver los monumentos conmemorativos. Aquí en el de la guerra de Vietnam:


Tiene forma de V (muy abierta, sí) y son placas de mármol negro con nombres de las víctimas grabados. A la entrada del monumento se halla este enorme libro (tipo listín telefónico), para saber dónde encontrar a una determinada víctima. Ningún Busó murió, para que conste en acta.


Aunque mi hermano se empeñaba en ponerse serio y levantar la cabeza para que se le note más la nuez, haciendo un poco el tonto conseguí que sonriera. El reflecting pool, la piscina donde el obelisco debería reflejarse, sigue en obras.


Aquí estamos con Lincoln. (Aquí podéis ver el capítulo de Los Simpsons donde van a DC, donde la estatua le habla).


Además, pude tachar una segunda cosa de mi lista de to dos: el Martin Luther King Jr. Memorial, que no será por ser pequeñito, no...


El de Jefferson (3ª cosa tachada) lo vimos desde lejos, porque si no había que dar mucha vuelta y se nos iba el sol.


Después de esto nos fuimos a la Casablanca, donde a mi madre le han ofrecido trabajo, para supervisar el resto el despacho y la casa. El despacho nos gustó:


Y la casa, también:


Resulta que, sabiendo que casi nadie puede entrar a hacer una visita por la Casa Blanca (en la Lonely Planet avisan de que se debe gestionar con meses de antelación y además solicitándolo en persona en una embajada española en Estados Unidos), los de la tienda de regalitos han visto un hueco de mercado. Han construido una réplica y la cosa funciona así: si compras algo superior a $5, una foto. Si es más de $10, cinco fotos. Así que acabamos con imanes de regalo.

Al salir de allí, aprovechando que estábamos cerca, nos acercamos al Museo de National Geographic (que no estaba en la lista, pero porque pensaba que no me daba tiempo). Con la mala fortuna de que había una celebración y solo pudimos ver una exposición de fotografías marítimas y los correspondientes vídeos-entrevista a los fotógrafos. Alucinante, claro.


Y andando por las calles frías de DC, nos encontramos el último modelo de motos para policías, ¡con sidecar! Desde luego, tiene que ser genial que te lleven en uno de esos. Aunque sea para llevarte al calabozo.


Enfrente del International Spy Museum habían montado un mercadito de navidad, así que, paseando todavía, nos acercamos. Allí conocí a Matthew Parker, fotógrafo y artista en toda regla. Resulta que va a un sitio emblemático y hace fotos. A las cinco horas vuelve al mismo sitio y hace fotos. De noche vuelve y lo mismo. Luego las junta con Photoshop (y no estamos hablando de panorámicas como las mías, aquí no se trata de esconder los cortes).


La foto que tiene detrás, del Capitolio durante el discurso de toma del cargo de Obama, está hecha con ¡104 fotos! Le estuve preguntando que si se hacía una marca en el suelo (cinta aislante, por ejemplo) para saber desde dónde tiene que disparar, pero dice que no. Que, como mucho, cuenta pasos. Mirad qué bonita la de Times Square, hecha con 60 fotos:


Aunque sea solo una foto, me gusta mucho también la que saqué del Capitolio de noche (y volvemos a tachar una cosa de la lista):


Y, siguiendo los consejos de mi querida Ju Hyeon, nos fuimos en Circulator, un bus que recorre la ciudad, hacia el barrio estudiantil de Georgetown (¡una cosa menos de la lista!). Me dijo que era una preciosidad, histórico y con mucha vida. Y que no me podía perder ir a Georgetown cupcakes, una tienda de dulces en la que intentaron comprar y cuyas joyas, por culpa de la cola, no pudieron probar. Me lo enfatizó tanto tantísimo, que tuve que hacerle caso. Mirad qué red velvet cakes:


Nos compramos seis para tomárnoslas de postre. Como cerraban a las nueve, tuvimos que ir antes de encontrar un sitio para cenar. Yo creo que las protestas mi hermano se las acabó tragando él solo cuando las probó.


Además, acabé comprando otras seis para mis compañeras de piso, más Naoko, que también fue a DC con Ju Hyeon y también se quedó con las ganas, y Mary, la chica australiana que cocina que no veas y alguna vez me ha dado a probar. Ahí empezó un plan que no acabaría hasta 24 horas más tarde: darles toda la envidia posible a Ju Hyeon y Morna, que me odiaran mentalmente y finalmente darles la sorpresa. Solo os digo que, mientras Ju Hyeon hacia el tradicional repaso de mis fotos y llegó a las de las cupcakes, dijo que creía que tenía que volver a DC.

Y por si quedaba alguna duda, después de tomarse la que le llevé dijo que ya no hacía falta.

En cualquier caso, Georgetown es un barrio encantador y desenfadado. Mirad los monumentos de pared que vimos en una tienda:


Por último, acabamos en un restaurante chulísimo llamado Mr. Smith's. Al entrar está el pub, lleno de gente bebiendo, hablando, y con un hombre cantando y tocando el piano en directo. Más adentro está el restaurante, con una estufa de leña que nos devolvió a la vida a mi madre y a mí y con todo el techo lleno de plantas. Las hamburguesas de muerte.


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