lunes, 5 de diciembre de 2011

El otro Nueva York

Mi familia vino a verme el sábado por la tarde, mientras yo apuraba para ultimar los últimos proyectos y así poder pasar más tiempo con ellos. Pasamos la tarde en New Brunswick y los mandé se fueron ellos solos prontito a dormir. Porque al día siguiente nos íbamos ¡a Nueva York! 


Diez años después, y además eran visitantes exigentes, que no querían repetir nada. Si Ferrán hasta decía que le sobraban días allí (cuatro en total)... Por supuesto, nada de eso :-) Así que el domingo nos fuimos to the city, como dicen aquí. Cerquita de su hotel vimos que en Nueva York es facilísimo acabar con un arbolito de navidad natural en casa. Más que nada porque lo venden en mitad de la calle, y de todos los tamaños que quieras.

 

 Nos llamó la atención que todos estaban talados, con la base plana, y yo no entendía cómo se sostenían. Así que le pregunté a uno de los que los vendían, que me enseñó el invento. Se colocan en la base de la imagen y se atornillan. Voilà. Aunque en el fondo es una pena porque, al no tener raíces, no lo puedes volver a plantar ni nada. Me pregunto cómo recogerán todos esos árboles una vez las fiestas hayan acabado.



En cualquier caso, las previsiones de mi madre, que contaba con ello aunque yo le decía y redecía que no, ni nevaba ni hacía tanto frío. Pero el anuncio aún así nos hizo gracia:


Como pillaba cerca, nos acercamos a Central Park, donde entre otras cosas descubrimos que el edificio Dakota no es el que pensábamos. Aunque ya casi sin hojas, el parque sigue siendo una preciosidad.


Y una vez calmadas esas ganas de ver Central Park ("hace diez años solo paseamos un poquito, es que érais muy pequeños y os cansábais"), nos fuimos en metro. Solo que con una diferencia: ésta vez era yo la que guiaba y no mi padre como antaño.


Nos fuimos a Harlem. En un primer momento, mi madre quería ir a ver una misa de gospel, pero ya le dije que se hacía bastante larga y, en cualquier caso, ya no llegábamos. Así que plan B: ir al restaurante Sylvia's, recomendado por la guía filosofal porque durante en bruch de los domingos cantan gospel. Llegamos, como toooodos los demás turistas que se habían aventurado a ir a las peligrosas calles de Harlem, así que nos tocó esperar un buen rato.

Mientras tanto, nos fuimos a ver el instituto de Will Smith del Príncipe de Bel-Air (eso es broma, ¿pero a que da el pego?)...


Y caminando por la calle vimos esta unidad móvil de la policía local. Nos pareció raro que pusieran esa cabina en alto en medio de la calle, enfrente de una iglesia, así que pregunté a un local. Me dijo que normalmente las instalan cuando ha habido algún problema o tiroteo. Aleeeee... Aún así, debo decir que aún no sabemos si nos tomaron el pelo, porque más tarde vimos una igual en Times Square.


Mientras comíamos, la cantante se iba acercando a cada mesa a preguntar who's in tha house para retransmitirlo en directo a todo el restaurante. La conclusión: Spain's in tha house, junto con Dinamarca, Reino Unido,... En todo el local solo había dos familias estadounidenses...


Mi padre probó la cerveza de Harlem...


Y yo un Bloody Mary, y no me gustó nada. Esa combinación de tomate, vodka y tabasco no había quien se la bebiera.

Mi madre vio algunas de las cupcakes gigantes de las que tanto hablo por aquí...


Después de pasar por Times Square (no pongo foto, que lo tenéis ya muy visto), me los llevé a West New York. Después de que Ervin me llevara allí en Halloween, tenía claro que iba a volver. Por si alguien se anima, se coge el mini autobús que lleva a East Boulevard (no tiene número) en la 42, en la puerta de un Burger King, a la altura de la Port Authority Bus Terminal. Cuesta $3, y puede ser que os digan que lo paguéis al salir si van justos de tiempo. Hay que bajarse en Hamilton Park, que es la cuarta parada (pero que os avise el conductor).

Las vistas, ya os digo, no decepcionan a nadie. ¡Qué pasada!



Y, ya de vuelta en Manhattan, mi madre tuvo la foto que llevaba pidiendo desde por la mañana: ¡taxis y buses amarillos apunto de cruzar!


Nos fuimos a Bryant Park, que está justo detrás de Times Square y al lado de la Biblioteca Pública de NY (que cierra a las seis). La pista de hielo estaba ya instalada desde hacía un par de semanas, pero aún no la había visto abierta. El arbolito también muy bonito, y el mercadito de navidad... muy merry.


Eso sí, en comparación con el árbol del Rockefeller Center, no tiene nada que hacer.  Es gigante, está decorado con lucecitas de colores y además la plaza está decorada con angelotes tocando la trompeta y cascanueces (me persiguen, sí).

Se monta un árbol de navidad en la plaza desde 1933, y suele medir entre 21 y 30 metros de altura. Generalmente es un pícea de Noruega, y desde 2007 las luces son LED para ahorrar energía. Además, desde 2004, una estrella de 2,9 metros de diámetro y 250 kg, creada por Swarovski, adorna la punta del árbol. ¿Como para verlo, no?


Y con esto mi familia se dio por satisfecha, así que nos fuimos de nuevo por donde estaba su hotel a cenar. Sang Eun, una chica coreana, me había recomendado un restaurante asiático de sopas, así que nos fuimos allá. Moraleja: con una sopa comen dos. ¡Qué tazones más grandes!

Después de despedirme, me fui andando hacia el metro, con la suerte de que me di cuenta de que el Lincoln Performing Arts Center estaba cerca, así que me acerqué. Acababa de terminar el preestreno de una película, y aún así había gente haciéndose fotos de boda...


Los barrios visitados son Harlem, Theater district, West New York, East Side y Upper West Side.

1 comentario:

  1. me gusta la panorámica, sobre todo la parte de arriba del Empire State y la nube :)

    Vicente

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