martes, 20 de diciembre de 2011

NYC alternativo: la zona hippie, el SoHo de día

El martes, por fin libre de todo tipo de estrés relacionado con la universidad (y no es que hubiera tenido mucho que digamos), me fui a descubrir el distrito East Village, que aún no había ni pisado desde que llegué. El recorrido comenzaba en Astor Place, donde está Alamo, esta obra escultórica con forma de cubo negro que, muy a mi pesar, no gira pese a que la empujes.




Pero lo más llamativo del lugar era que alguien se había dedicado a cubrir muchas de las farolas con bridas de colores, de forma que creaban arco iris que mejoraban mucho el aspecto de una plaza que, la verdad, no tenía nada especial. Resulta que estas bridas llevan ahí desde verano, cuando se organizó una marcha en bici por todo Nueva York y el grupo Animus Arts Collective las instaló para que el recorrido fuera más multicolor. El proyecto se llama Flaming Cactus, y está claro que triunfó, porque en principio solo se iban a dejar puestas en agosto.


Luego me fui a St. Mark's Place, una calle de Nueva York que hace unos años era muy hippie. Ahora simplemente es una bonita calle residencial con mucha vida, incluso por la mañana, porque muchos de sus sótanos están ocupados por tiendecitas.


Como por ejemplo ésta, donde habían subido una vaca-collage encima del escaparate:


Hippie o no, mirad qué foto más chula tomé mientras iba andando por la calle. Y con los depósitos de agua de fondo...


Además, paseando por las callejuelas del barrio acabé metiéndome en una tienda que se llama Obscura - Antiques & Oddities. En la práctica era una tienda de taxidermia y alguna que otra antigüedad que daba bastante mal rollo a mi parecer. De todas formas, los dueños le quitaban hierro al asunto poniendo a los pobres animalitos a tono con la época del año.


Pasé por Tompkins Square, un parquecillo que imagino que en verano es muy agradable. En invierno, como todos, está desangelado con tanto árbol sin hojas y todo es marrón y gris. Me llamó la atención que estaba lleno de gente pobre y, según iba adentrándome, el número iba creciendo. Además, muchos estaban en fila. Acabé preguntando a un hombre que a qué estaban esperando y me dijo que les iban a dar de comer en unos minutos: él era uno de los voluntarios de The Bowery Mission. Me estuvo comentando que lo hacen todos los días, que ya conoce a las personas que acuden, que hay muchos asiáticos porque Chinatown está muy cerca,...


Mi siguiente parada fue la cervecería McSorley's Old Ale House, que todavía elabora su propia cerveza en un escenario que, según la guía, no ha cambiado desde su inauguración en 1854. La verdad es que el interior era una pasada (aunque el suelo por algún motivo estaba lleno de serrín), y hasta me dio pena que no me guste la cerveza.


Y de ahí, para el SoHo. Visité este barrio con Vicente I. hace tiempo, pero era de noche y todo estaba cerrado, así que no pudimos ver ni las galerías de arte ni las famosas tiendas de las que tanto me había hablado Ju Hyeon. La verdad es que, en una tienda de manga y personajes de cómic, mirad qué monada de peluches:


Pero como os digo, también había tiendas curiosas y extrañas, como The Evolution Store, donde podías comprar esqueletos, gemas, fósiles, huesos de pene de mapache, insectos, animales disecados... A mí lo que más me gustó fue una mariposa de mentira que vendían dentro de un tarro y, por algún motivo que se me escapa, revoloteaba como si fuera de verdad y estuviera encerrada.


Mientras seguía el itinerario marcado por la guía pasó una de esas cosas tan divertidas (y raras) que hacen que descubras la ciudad de otra forma: vi una cola bastante larga (pero no en exceso) y me puse la última a ver qué encontraba. Bueno, en el fondo ya sabía cuál era el premio, porque si no lo mismo acabo en una cola para cambiar los datos del censo. Se trataba de gente esperando para llevarse cupcake bites, o mini cupcakes, de una ventana. Baked by Melissa. Y como no eran extremadamente caras (y después de ver que la señora de delante se llevaba nada menos que setenta mini cupcakes), me compré unas pocas yo también.


Y madre mía. Eran enanas, como véis, pero OH-MY-GOSH. La de mantequilla de cacahuete estaba increíble, la red velvet también y esta de chocolate... juzgad. Solo os digo que me las comí a lo largo de una hora para así no ir quitándome el sabor de la anterior.


Y luego empecé a ver galerías de arte y me metí en unas cuantas (que de eso se trata). Mirad qué lámpara más chula creada con platos rotos.


O esta otra, en la que la bombilla es un holograma:


Y chano chano para el Banco de la Reserva Federal de Nueva York, donde tres meses antes había reservado un tour guiado gratuito. Y había llegado por los pelos.



Morna se vino conmigo a la visita, en la que, después de enseñarnos algunas de las monedas más antiguos, nos llevaron a 24 metros de profundidad, a la cámara de seguridad, donde duermen unas siete mil toneladas de oro.Estados Unidos tiene aproximadamente un 27% del total de las reservas de oro monetario del mundo, y en esta cámara está el 22% del total.

Y para evitar robos (nunca ha habido un intento), a la cámara solo se accede a través de este pasadizo, formado por un cilindro de acero de 90 toneladas que gira 90 grados para abrirse o cerrarse. Para sellarla y que sea a prueba de agua y aire, el cilindro se hunde 3/8 de una pulgada, algo similar a poner el corcho a una botella de vino. Y por supuesto, varias personas tienen que poner las combinaciones necesarias para abrir la puerta.


Cada lingote vale unos 17.000 dólares. Agüita. Y para saber el valor tienen una báscula que les permite pesar con la precisión suficiente como para notar 1/1000 de una onza de oro (unos 31,1 gramos). Para mover los lingotes utilizan unos cubrezapatos especiales que evitaría que, si se les cae algún lingote, se queden sin pie. De hecho, en la cámara se veían unas muescas en el suelo de cemento porque hace años se les cayó un cargamento desde una altura de 5 cm.


 La verdad es que al final he ido a la US Mint en Philadelphia, donde vi cómo producían las monedas, al Bureau of Engraving and Printing de DC, donde vi cómo se fabrican los billetes y me enseñaron trucos para identificar falsificaciones, en el Federal Reserve Bank de Philly me explicaron cómo regulan el flujo de billetes en circulación y me regalaron confeti hecho con billetes de un dólar, y finalmente en el Federal Reserve Bank de Nueva York aprendí cosas sobre la reserva de oro del país. No está mal...

Como colofón del día, Reiko, Paroma, Morna y yo nos fuimos a ver el musical Anything goes, creado por Cole Porter. La historia: el viaje en trasatlántico de Nueva York a Londres de dos amigos y dos enamorados. El musical ha ganado muchísimos premios (por ejemplo, un Tony a la mejor coreografía) y lleva en Broadway desde 1934. Os dejo la canción principal:




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